Yo vi jugar a Leo Messi

Hay ciertas cosas que pasan en la vida que, mientras se están produciendo, ya sabes que marcan una época, un cambio, una nueva página en la Historia. En el fútbol estas cosas también pasan aunque con menos asiduidad de la que las portadas de los periódicos nos quieren hacer creer.

Hoy ese cambio tiene unos colores, el azulgrana, y un nombre, Leo Messi. Porque este chavalito de 23 años, que sufrió problemas de crecimiento y cuyo cuerpo no es el de un escultural modelo que llena más anuncios que portadas de periódicos deportivos, ha subido por méritos propios al pedestal de los dioses del fútbol. Son 1,70 metros de pensamiento por y para el gol, de vivir por y para la pelota y de hacer felices a todos los aficionados culés y arrancar los aplausos de las gradas contrarias.


El sábado fue una nueva exhibición. Y como ya nos tiene acostumbrados a sus malabares con el balón, ver a toda la defensa rojiblanca -una defensa de papel que deja vendido a De Gea a la primera de cambio- chocando unos con otros en un frustrado intento de alcanzar a la pulga parece ya algo normal. Ya. Que lo intenten los demás. Lo mismo que verle recorrer todo el campo por una pelota perdida. Porque así están entrenados. Todos hacen de todo y el Camp Nou calla, extasiado, como cuando se contempla una obra de arte. No se puede pedir más.


Pienso ahora en adjetivos que califiquen a Messi, pero no los encuentro. Ya se ha dicho de todo. En estos momentos ya ha conseguido estar a la altura de su adorado Maradona y afortunadamente lejos, muy lejos de él. Y todavía hay gente que se pregunta por qué lleva dos Balones de Oro. Sí, también se lo hubiesen merecido Xavi, Iniesta, Puyi o Piqué... pero, señores, vean jugar a Messi y disfruten.





Por cierto, que el Barça vive un momento de explendor también se ve en los deportes más minoritarios. Desde aquí felicidades a los chicos del Barça Alusport, desde hoy Campeones de España de fútbol sala.